En esta entrada, adjunto la vivencia de una profesora con una alumna con Síndrome de Down, un ejemplo claro de que la integración es posible con el esfuerzo y la colaboración de toda la comunidad educativa.
Carolina Montero, profesora de matemáticas de 5° básico del Colegio Talinay se disponía a comenzar nuevo año escolar. Pero en la sala estaba ella, su nueva alumna, Francisca, con síndrome de Down mosaico.
En ese mismo minuto, Carolina emprendió nuevamente -desde su primera experiencia siendo educadora de párvulos en un colegio Montessori- el desafío de integrar a una alumna distinta para sus compañeros.
"Yo había trabajado con niños integrados, con otro tipo de dificultades, principalmente intelectuales, aunque en cursos menores. Dichas experiencias previas, más que facilitarme el trabajo, me habían abierto la mirada, comprendiendo en la práctica que las personas diferentes tienen sorpresas por entregarnos", recuerda.
Pero esta vez el desafío era mayor, pues a diferencia de sus experiencias anteriores, donde sí se sentía apoyada por un plan de integración, ahora las cosas eran muy distintas: partir de cero.
Carolina, no duda en afirmar que trabajar con niños con necesidades educativas especiales es una responsabilidad laboral mayor: "uno debe perfeccionarse, dedicar mayor atención a estos niños y elaborar nuevas estrategias para la integración, lo que no es menor", señala.
"Lo primero que pensé fue la gran responsabilidad que me llegaba y lo manejé como un nuevo desafío. Y sin duda lo fue y muy gratificante".
-Según tu experiencia ¿Qué recomendaciones le darías a un profesor que debe enfrentarse por primera vez a un alumno de integración?
- Darle la oportunidad a ese niño de mostrar todo su potencial. Hay que verlo como una buena instancia para recordar el por qué uno se inicia en esta profesión. También recomendaría que buscara apoyo de especialistas. No somos súper héroes y creo que tampoco necesitamos serlo. Sólo tenemos que ser buenos profesionales, dispuestos a darnos por entero por nuestros alumnos y creer que cada día podemos poner un "granito de arena" para su mejor desarrollo. Y, sin duda hay que tener paciencia, no sólo con el alumno integrado, sino también, con su familia y con el resto de la comunidad, que no siempre ven con buenos ojos esta inserción. Es en este punto, donde nos encontramos más desprovistos. Porque, uno como profesional, puede estudiar sobre el síndrome que le afecta a su alumno y puede también buscar en la literatura especializada, experiencias de integración escolar exitosas, que nos orienten en el quehacer del aula, pero es muy difícil cambiar la mirada de los demás padres y alumnos.
Planificando para integrar
Carolina Montero, debió enfrentar un nuevo año escolar en presencia de una alumna distinta del resto de sus compañeros. Aquí plasma detalles de su experiencia:
- ¿Cómo te preparaste para enfrentar el año escolar en un curso con la presencia de una alumna con síndrome de Down ?
- Realizamos junto a la psicopedagoga del colegio y a la profesora del año anterior, un estudio acabado de las habilidades y contenidos por subsectores que manejaba la alumna. Luego, diseñamos estrategias concretas que ayudaran a su integración social de y, por último, realizamos una entrevista con su familia para conocer sus reales expectativas.
- ¿Cómo integras en tu planificación de contenidos y actividades, las necesidades especiales de tu alumna?
- Mi alumna se encontraba en un nivel de contenidos muy diferente a las demás, por lo que se tuvo que realizar una adecuación curricular, para la mayoría de las asignaturas.
En este caso, a diferencia de mis experiencias anteriores, la niña sabía leer y su nivel de comprensión era aceptable, por lo que el trabajo podía realizarlo de manera mucho más autónoma. Francisca en algunos casos debía ejercitar sola (por el nivel de habilidad que requería), sin embargo, en la mayoría de los trabajos estaba incluida, ya fuera con el apoyo de otra de sus compañeras, como por el de su tutora o la participación en pequeños grupos. Realizaba pruebas y controles a la par con su curso y, de tener que hacer una presentación, siempre fue parte de un grupo.
- ¿Podrías describirnos una de las actividades que realizaste con ella?
- En una oportunidad asistimos a una visita pedagógica y, luego, en pequeños grupos, había que realizar un informe escrito. Como la niña presentaba grandes habilidades para el dibujo, fue la encargada de realizar todas las ilustraciones del informe. Por cierto, trabajo no menor.
- ¿Utilizaste en tus clases alguna herramienta tecnológica o un software que facilitara el aprendizaje de contenidos de la estudiante?
- Puntualmente con ella no, porque ella realizaba esta ejercitación de manera independiente en su casa. Se le sugerían algunas páginas que le sirvieran de profundización o de ejercitación.
- ¿Qué metodología de evaluación utilizaste con tu alumna? ¿Puedes mencionar un ejemplo asociado a un contenido curricular?
- Realizábamos pruebas escritas con menor extensión y le leíamos las instrucciones de ser necesario. En matemáticas, trabajando siempre con el apoyo de un material concreto, por ejemplo, para ejercitar la operatoria, Francisca manejaba un ábaco o bloques multibase. Se le entregaba su evaluación por escrito, al igual que el resto de sus compañeras. Se le entregaba el material de apoyo y se le daba más tiempo para su desarrollo.
Gestionar la convivencia
Carolina Monero reconoce que un comienzo la presencia de Francisca generó rechazo, en otros casos indiferencia e incluso molestia por parte no sólo de sus compañeras, sino también, de los padres y otros profesores. "Pero a medida que nos fuimos complementado y apoyando, en especial cuando cada uno de los integrantes de esa comunidad educativa se dio cuenta de lo enriquecedor que es tener al lado a alguien distinto, afloraron los buenos sentimientos de apoyo, empatía y ternura", recuerda.
"Se trabajó fuertemente con los padres. Los apoderados junto con sus hijas asumieron el compromiso de integración y los padres de la alumna dieron mayor independencia, generando más instancias para compartir con las otras familias", explica.
En el colegio, en tanto, según cuenta, se desarrollaron de manera intencionada grupos de trabajo y juegos en los recreos.
Respecto a los contenidos y el trabajo con los pares, Carolina promovió el juego y la ejercitación grupal con el apoyo de material concreto, las exposiciones orales y las preguntas de desafío individual.
Carolina destaca el trabajo con los padres de un niño integrado para reforzar los avances en el hogar: "Sin su apoyo no se lograría nada. Esto no es sólo con los niños que presenten alguna NEE. Tenemos que tener claro que los apoderados son nuestros socios en la educación de sus hijos y no nuestros clientes".
Para finalizar esta entrada, os dejo un relato escrito por un niño con Síndrome de Down, para que nos acerquemos un poco más a cómo se ven ellos y cómo ven el mundo que les rodea.
“Tengo doce años, pero no lo parece. Soy más bajito de lo que corresponde a mi edad y todavía no hablo correctamente, pero ya sé leer y escribir, y sumar.”
“Nací con el síndrome de Down, que no es una enfermedad sino…. (buf, esto voy que tener que copiarlo es superdifícil) un trastorno genético por el cual tengo tres unidades en el cromosoma 21 en lugar de las dos habituales” y el cuello más corto, y el pelo muy finito y liso ( a mi hermana le mola peinarme), y no pienso ni aprendo tan rápido como los demás niños”.
“Voy al mismo colegio que mis hermanos, no al curso que me corresponde, sino a uno inferior, y dos horas al día viene a la clase una chica muy simpática que me ayuda con las cosas que más me cuestan. Durante el recreo me encanta jugar al baloncesto. Soy superbueno encestando y si se hacen equipos siempre me eligen de los primeros aunque soy patosillo, por eso de que mis músculos son más blanditos y débiles; pero entreno muchísimo, porque cuando se me mete algo en la cabeza…..”
“Dentro de unos años cambiaré de colegio. Dicen mis padres que entonces los que nos ayudan con mi reeducación, me enseñarán a ser autónomo, para que cuando sea mayor pueda ir cada día a trabajar y a ganar un sueldo. Así seré útil a los demás y más independiente (esto me lo ha dictado mi hermano, y quiere decir, que no tendré que pedir dinero a mis padres para mis cosas y no depender de ellos)”.